El chiste del gran gorila
Era domingo y el zoológico estaba lleno de visitantes. Todos querían ver la nueva adquisición del parque: «un enorme gorila traido…» decía el folleto explicativo «…de una remota región de África donde nunca el hombre ha dejado huella.»
Entre los que acudieron a contemplarlo se hallaba un paralítico en su silla de ruedas.
De pronto se produjo una enorme conmoción: el gorila se habia enfurecido, mostraba sus filosos dientes, sus grandes garras en actitud de ataque y se daba tremendos golpes en el pecho.
La gente retrocedía asustada. El feroz animal empezó, con sus gigantescos brazos, a doblar los barrotes de su jaula. Los rompió por fin y salió de ella.
Espantada, la gente echó a correr por todas partes.
El pobre paralítico también se apresuraba en su silla de ruedas pero se iba quedando atrás de la muchedumbre, casi al alcance del gorila.
Un guardia que acudía vio los apuros del desdichado y empezó a gritar, con el fin de que la gente lo ayudara:
¡¡El paralítico!! ¡¡El paralítico!!»
Entonces el paralítico se volteó y le gritó con gran rencor al guardia:
«¡¡Dejá que el gorila escoja, hijueputa…!!»
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