En un convento de Málaga…

Un convento de Málaga (donde, si no lo sabíais, se cecea, sobre todo por los pueblos). La madre superiora (perdón, zuperiora) reparte los nombres que van a llevar las novicias.

-A ver niñas, vai a cogé de la urna el nombre con el que zu vai a llamá toa la via, y no lo podéi de cambiá. Vai pasando de una en una y dezí el nombre que zu ha tocao.

-Zor María
-Zor Tereza
-Zor Dolore
-Zor… ¡¡Várgame la ruina!! ¡¡Aaaaay maaareee!! ¡¡Qué yo no me pueo llamá azín!!

-Hija, ¿qué nombre te ha tocao?

-¡Zor Rita! ¡¡Buuaaaa!! ¡Que no, que no y que no, que a mí no me llama nadie Zor Rita y ya tá!!

-Bueno, hija, vamo a hazé lo ziguiente: vamo a escribí a Roma y ellos te van a mandar otro nombre, pero con ese te tienes que quedá toa
la vida ya pa ziempre.

-Ea, po ya está.

Al cabo de quince días traen una urna de Roma con una sola papeleta. La novicia mete la mano, saca el papel, lo lee y comienza a llorar,
patalear y gritar como una posesa.

-¡¡Váaaaaalgame la ruina!! ¡¡Ay, mare mía, que horró!!

-Pero hija, ¿qué nombre te han puet-to?

-¡Ay, mare zuperiora, que me han llamao ZOR RAIMUNDA!